Sor Juana Inés de la Cruz

Cuando hablamos de la literatura hispana es imposible dejar de lado los escritos de Sor Juana, una mujer de ideales igualitarios. Su vida fue interesante y desde temprana edad mostró interés y talento para el mundo de las letras. Sobre su persona hay hasta cierto punto un debate, pues hay quien la eleva al rango de pilar del feminismo, mientras que otros prefieren sólo pensar que fue una gran intelectual, una de las grandes de siempre en México. A grandes rasgos ésta fue su historia:

Su vida

Nació en San Miguel Nepantla, en el estado de México, aunque la fecha varía según la fuente: unos la ubican en Diciembre de 1648, pero la mayor y más comúnmente aceptada fecha es el 12 de noviembre de 1651. El nombre con el que fue bautizada era Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana. Sus padres vivieron en unión libre (después se separaron) y ella fue criada principalmente bajo la tutela de su abuelo Pedro Ramírez.

Cuando su abuelo fallece, es su madre quien se hace cargo de las propiedades hacendarias y es a los tres años cuando uno de sus más grandes méritos tiene lugar, ya que aprendió a leer a esa edad. Se cultivó y entretuvo con la biblioteca de su fallecido abuelo y posteriormente trató de asistir a la universidad disfrazada de hombre (pues no era lícito para las mujeres el ir a la universidad).

En 1656 fue enviada a la Ciudad de México a casa de su hermana María. También es en ese momento cuando gana su primer premio por una Loa (breve composición que se interpreta antes de la obra en sí) para honrar al Santísimo Sacramento.

Más tarde en 1665 entra a la corte del Virrey Antonio Sebastián de Toledo. La virreina se vuelve una de sus protectoras y más importantes mecenas. En la corte frecuentó humanistas, historiadores y todo tipo de intelectuales. Ahí aprende rápidamente Latín llegando a dominarlo con fluidez.

Su inteligencia propició rumores como el de que fue examinada por un grupo de sabios y pasó la prueba con honores. Continuó todo el tiempo con su labor como escritora componiendo poemas, elogias fúnebres y sobretodo sonetos. Aquí es donde se cuenta la existencia de amores no correspondidos. Se aburre de vivir en la corte (además de que no deseaba matrimoniarse) por lo que ingresa a la vida religiosa. Tras una breve estadía con las Carmelitas Descalzas, pasa a formar parte de la Orden de las Jerónimas, donde rinde sus votos en 1669. Aunque llegó a desempeñarse como archivista, contadora y despensera, siempre mantuvo la escritura como labor primaria.

Empezó a escribir obras por encargo, además de recibir pagos de la iglesia por la escritura de villancicos, loas y escritos teatrales. Enfermó de tifo en 1671 y tardó casi un año en recuperarse completamente. Sus grandes protectores, los virreyes, son relevados de su cargo en 1674 y al fallecer la Virreina Leonor de Carreto, muestra una vez más su dominio de las palabras escribiendo un bello soneto (De la beldad de Laura enamorados) en su honor.

Luego se le encarga el diseño del Arco Triunfal para la coronación de los nuevos virreyes, componiendo entonces el Neptuno Alegórico. Impresionados con la religiosa, los virreyes se vuelven sus amigos. Su época más productiva y esplendorosa va de 1680 a 1686, pues publica entre otros escritos, sus comedias: Amor es más Laberinto y Los Empeños de una Casa (su más admirada obra), y los llamados Autos Sacramentales: El Divino Narciso, el Cetro de José y el Mártir del Sacramento. También es cuando se desempeña como administradora del convento.

Pese a todo, muchos miembros del clero no veían con buenos ojos que una monja dedicara tanto tiempo a los asuntos mundanos. Tal es el caso del Jesuita Antonio Núñez de Miranda (su confesor), y posteriormente del Obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz. Es con este personaje que mantiene comunicación en las llamadas Carta Atenagórica y “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”. En esta última Sor Juana expresa al obispo (en su papel de Sor Filotea) que los asuntos filosóficos no deben ser tema exclusivo de los hombres, pues así se puede entender mejor lo relacionado a la Divinidad, además de que ella jamás había escrito nada indecente.

Aquí ocurre otro de los puntos cuestionables en la historia, pues en 1693, cuando ha quedado casi sola sin familia ni amigos, se produce un cambio en ella, dedicándose más a la oración que a la escritura. Hay quien ve en este caso el doblego de su voluntad a los deseos de los acusadores misóginos de antes, quien piensa que es por los acontecimientos circundantes (se producen revueltas y epidemias en la época) y algunos creen que es por arrepentimiento propio. Como fuera, ella renueva sus votos en 1664.

Su vida termina a los 43 años (o 46 para otros) cuando sufre el contagio de la peste que asola la capital, el día 17 abril de 1695. Sus supuestos restos (pues no hay forma de comprobar la autenticidad) reposan en la esquina de Isabel la Católica e Izazaga en el centro del Distrito federal.

Su Obra

Los escritos de la llamada Décima Musa se caracterizan por ser inteligentes. Esto se ve reflejado tanto en sus escritos teológicos (El Divino Narciso, el Cetro de José y el Mártir del Sacramento) como en las obras teatrales. Su estilo es obviamente Barroco; tendía a transmutar las palabras (cambiaba verbos a sustantivos y viceversa) y es característico de sus escritos el uso del hipérbaton y las alusiones mitológicas. Su métrica es prácticamente impecable.

Por otro lado la autoría de La Segunda Celestina y de La Carta de Serafina de Cristo, aún es debatida por los expertos, mientras que la de algunos de los que se consideraban sus villancicos ha sido negada.

Hay que señalar que otro de los campos artísticos beneficiados por ella es la música, de la cual siempre fue admiradora. Llegó a escribir un tratado sobre el tema, el cual se llamaba El Caracol, pero este no ha sido encontrado hasta la fecha. Se le rinde homenaje al aparecer en el billete de 200 pesos en nuestro país.


Artículo Producido por el Equipo Editorial de "Explorando México".
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