El Campo Mexicano

La agricultura sigue siendo una de las actividades más importantes para la economía mundial, pues de ella depende la alimentación primaria de millones de personas. El clima, la riqueza del suelo, lo mismo que la extensión territorial, son factores determinantes para la capacidad productiva de un país, sin embargo, también influyen drásticamente la demanda de esos productos, la competencia de precios y la infraestructura que se crea alrededor para hacer rentable la producción.

En México, pese a tener una gran extensión territorial, clima y suelo fértil, hay otros elementos adversos que han producido una drástica modificación en la capacidad productiva. Por un lado se encuentran los factores climáticos, que según los expertos, son el resultado del lento pero visible deterioro del equilibrio ecológico, y que originan que los temporales, antes previsibles, ya no puedan anticiparse con la misma precisión, y que además, pongan en riesgo no sólo las cosechas, sino también los recursos naturales y la vida de la población aledaña a zonas de riesgo.

Además, de los cambios climáticos, en el caso de muchos países dentro de los que se incluye México, el campo sufre impactos derivados de las relaciones económicas, y particularmente de los tratados comerciales. Aunque en este caso, dichos acuerdos benefician a los países al proveerles de mercados mundiales, y fomentar la demanda de productos y servicios, también se producen daños a los pequeños propietarios, ya que se requiere de dar continuidad a la inversión necesaria para semillas, abonos, maquinaria y mano de obra.

Al mismo tiempo, el campesino mexicano se enfrenta a una desigual competencia entre aquellos productores que subsidiados por su gobierno, como el caso de Estados Unidos dentro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, permite a través de leyes que haya un incentivo para la producción del campo, lo que abarata literalmente los costos de producción, contra los que no pueden competir los productores mexicanos.

Otra influencia a la que el campo mexicano se enfrenta es la de elegir entre aquellos productos que se consumen en el mercado interno, como el arroz, y aquellos que tienen mayor demanda de exportación, lo que ha impactado en la reducción de extensiones cultivables de este cereal, que es sustituido por cultivos de crecimiento más acelerado y que pueden compartir el terreno con otras especies. De ahí que muchos granos y oleaginosas que se producían por la agricultura nacional, hoy tengan que ser importados de países, tal como el maíz, frijol y trigo.

Aunque el Gobierno Federal, a través de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, coordina programas regionales, estatales y municipales, es imperante la reestructuración del campo mexicano. Vincular a otros actores como centros de investigación, universidades y organismos no gubernamentales, que apoyen el desarrollo de productos mejorados para resistir los embates temporales, y las plagas, lo mismo que mejorar el rendimiento por hectárea, son algunas alternativas para combatir el rezago en este sector.

Al mismo tiempo, se requiere una revisión de los sectores en particular, pues cada uno vive problemáticas diferentes que redundan en el impacto a los costos de producción, complejidad en las cadenas productivas, e ineficacia en la competitividad, tan necesaria en una etapa de libre comercio como la que vive el país.

Artículo Producido por el Equipo Editorial Explorando México.
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